La soja vs el cáncer de mama

En estos pasajes de su libro, Dr Greger explica los beneficios del consumo de soja en cuanto al cáncer de mama.


LA SOJA Y EL CÁNCER DE MAMA

La soja contiene isoflavonas naturales, otro tipo de fitoestrógenos. Cuando leemos la palabra «estrógenos» en «fitoestrógenos», tendemos a asumir que la soja tiene efectos parecidos a los de los estrógenos. No es necesariamente así. Los fitoestrógenos se unen a los mismos receptores que el estrógeno del organismo, pero como su efecto es más débil, de hecho pueden bloquear la actividad, más potente, de nuestro estrógeno animal.

Contamos con dos tipos de receptores de estrógeno, los receptores alfa y los beta. Nuestro estrógeno prefiere los alfa, mientras que los estrógenos vegetales (fitoestrógenos) son más afines a los beta.[130] En consecuencia, los efectos de los fitoestrógenos de la soja sobre distintos tejidos dependerán de la proporción entre receptores alfa y beta.[131]

El estrógeno ejerce efectos positivos en algunos tejidos, mientras que puede ser perjudicial para otros. Por ejemplo, los niveles elevados de estrógenos pueden ser buenos para los huesos, pero también pueden aumentar las probabilidades de desarrollar un cáncer de mama. Idealmente, querríamos contar con un «modulador selectivo de los receptores de estrógenos» que pudiera ejercer efectos proestrogénicos en unos tejidos y antiestrogénicos en otros.

Pues bien, parece que los fitoestrógenos de la soja funcionan precisamente así.[132] Al parecer, la soja reduce el riesgo de cáncer de mama (un efecto antiestrogénico),[133] pero también puede ayudar a reducir los sofocos de la menopausia (un efecto proestrogénico).[134] Por lo tanto, consumir soja puede llevarnos a disfrutar de lo mejor de ambos mundos.

¿Y qué sucede con la soja en el caso de mujeres con cáncer de mama? Se han llevado a cabo cinco estudios sobre supervivientes de cáncer de mama y consumo de soja. En general, los investigadores han concluido que las mujeres diagnosticadas con cáncer de mama y que comieron más soja vivieron durante significativamente más tiempo y redujeron significativamente el riesgo de reaparición del cáncer de mama, en comparación con las que comieron menos.[135] La cantidad de fitoestrógenos que contiene una única taza de leche de soja[136] podría reducir el riesgo de recidiva del cáncer de mama en un 25 por ciento.[137] La mejora en la supervivencia de las que consumían más soja se encontró tanto en mujeres cuyos tumores respondían al estrógeno (cáncer de mama de receptores de estrógeno positivos) como en mujeres que no (cáncer de mama con receptores de estrógeno negativos). Y esto se cumplió tanto en mujeres jóvenes como en más mayores.[138] Por ejemplo, en un estudio, el 90 por ciento de las pacientes de cáncer de mama que comieron más fitoestrógenos de soja tras el diagnóstico seguían vivas cinco años después, mientras que la mitad de las que comieron poca o ninguna soja había fallecido.[139]

Es posible que uno de los mecanismos por los que la soja reduce el riesgo de cáncer de mama y mejora la supervivencia sea que ayuda a reactivar los genes BRCA.[140] El BRCA1 y el BRCA2 son lo que llamamos genes cuidadores, responsables de eliminar el cáncer y reparar el ADN. Las mutaciones de este gen pueden causar una forma rara de cáncer de mama hereditario. Angelina Jolie decidió someterse a una doble mastectomía profiláctica. Una encuesta de la Coalición Nacional contra el Cáncer detectó que la mayoría de mujeres creen que la mayoría de casos de cáncer de mama se dan en mujeres con una historia familiar o una predisposición genética al mismo.[141] La realidad es que tan sólo el 2,5 por ciento de los casos de cáncer de mama pueden atribuirse a factores genéticos.[142]

Si los genes BRCA de la gran mayoría de pacientes con cáncer de mama son plenamente funcionales, lo que significa que sus mecanismos de reparación de ADN están intactos, ¿cómo se formaron, crecieron y extendieron sus tumores mamarios? Al parecer, los tumores mamarios son capaces de suprimir la expresión de estos genes mediante un proceso llamado metilación. A pesar de que el gen sigue estando operativo, el cáncer ha conseguido desactivarlo o, al menos, bloquear su expresión, lo que posiblemente contribuye al proceso de metástasis tumoral.[143] Y ahí es donde la soja podría hacer algo.

Parece que las isoflavonas de la soja pueden ayudar a reactivar la acción protectora de los BRCA, porque retiran la camisa de fuerza que el tumor ha intentado encasquetarles.[144] De todos modos, la dosis que los investigadores de cáncer de mama utilizaron para lograr este resultado in vitro fue considerable: el equivalente a comer unos 225 gramos de soja.

La soja también podría ayudar a mujeres con variaciones de otros genes que también influyen en la susceptibilidad genética, el MDM2 y el CYP1B1. Por lo tanto, las mujeres con mayor riesgo genético de desarrollar cáncer de mama podrían beneficiarse especialmente de una ingesta elevada de soja.[145] La cuestión es que, independientemente de los genes que se hereden, adoptar ciertos cambios en la alimentación podría influir en la expresión del ADN a nivel genético y, así, reforzar la capacidad del organismo para combatir la enfermedad.

¿POR QUÉ LAS MUJERES EN ASIA TIENEN MENOS CÁNCER DE MAMA?

A pesar de que el cáncer de mama es el cáncer específicamente femenino más frecuente en todo el mundo, las mujeres asiáticas tienen hasta cinco veces menos probabilidades de desarrollar cáncer de mama que las estadounidenses.[146]¿Por qué?

Una de las posibles explicaciones tiene que ver con el té verde, una bebida habitual en muchas dietas asiáticas y que se ha asociado a una reducción del riesgo de desarrollar cáncer de mama de aproximadamente un 30 por ciento.[147]Otra de las posibles explicaciones es la ingesta relativamente elevada de soja, que, si se consume de forma habitual durante la infancia, podría reducir a la mitad el riesgo de desarrollar cáncer de mama más adelante. Sin embargo, si las mujeres consumen soja sobre todo una vez llegadas a la edad adulta, la reducción del riesgo podría acercarse más al 25 por ciento.[148]

Aunque el consumo de té verde y de soja podría explicar una reducción de hasta dos veces en el riesgo de cáncer de mama entre las mujeres asiáticas, no explica del todo la diferencia en la incidencia del cáncer de mama en Oriente y Occidente.

La población asiática también consume más setas.[149] Tal y como he mencionado en el recuadro sobre el vino tinto en la p. 224, los champiñones también han demostrado ser capaces de bloquear la enzima estrógeno sintetasa, al menos en una placa de Petri. Por lo tanto, los investigadores decidieron estudiar si había relación entre la ingesta de setas y el cáncer de mama. Compararon el consumo de setas de 1.000 pacientes de cáncer de mama con el de 1.000 mujeres sanas de edad, peso y hábitos de tabaquismo y ejercicio físico similares. Las mujeres cuyo consumo de setas promediaba aproximadamente tan sólo una seta y media al día tenían un 64 por ciento menos de probabilidades de desarrollar cáncer de mama que las que no comían setas en absoluto. Comer setas y tomar al menos el equivalente a media bolsita de té verde al día se asoció a una reducción de casi el 90 por ciento de desarrollar cáncer de mama.[150]

Los oncólogos (los médicos especialistas en el tratamiento del cáncer) pueden estar muy orgullosos de todos los avances que han logrado. Gracias a las mejoras en el tratamiento del cáncer, los pacientes viven durante más tiempo y más sanos, tal y como editoriales de publicaciones sobre oncología han celebrado con títulos como «Supervivientes del cáncer: ¡10 millones y creciendo!». Sí, más de 10 millones de pacientes de cáncer siguen vivos hoy, con «quizás hasta un millón de personas más que se unen a esas filas cada año en Estados Unidos».[151] Es un logro extraordinario, pero ¿no sería aún mejor si pudiéramos prevenir ese millón de casos?

En medicina, el diagnóstico de cáncer se considera un «momento de aprendizaje», en el que se puede motivar al paciente para que mejore su estilo de vida.[152] 

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Referencias disponibles en el libro